Ahora sí… ¡nos casamos!

Cuando me desperté el 30 de septiembre, muy a las 6:30 am, me di cuenta que estaba nerviosa. Los últimos dos meses, cada vez que alguien me veía, escribía o me llamaba, encontraba el momento justo en la conversación para decirme “¿estás nerviosa?”. Y a cada una de esas personas les respondía: “Nerviosa, no. Estresada, sí”.

En mi mente decía, ¿pero y de qué voy a estar nerviosa si llevo 2 años viviendo con él? De hecho, para ser exactos, ese 30 de septiembre se cumplían esos dos años. Sin embargo, todo me llegó, aparentemente, el mero día de boda… o eso creí yo. En cuanto abrí los ojos me di cuenta que sentía un vacío espantoso en el estómago y que a eso se le llaman nervios. Pero, ¿y de qué?

Pues bueno, creo que en ese momento me cayó el 20 de que casarse era para toda la vida y que no había marcha atrás. Comencé a pensar en todas las posibilidades: ¿Y si me sale fallado? ¿Y si sufre una operación transformer? ¿Y si se convierte en otra persona en el instante que sienta que me tiene “segura”? En fin… esa sensación de que ya no era tan fácil como agarrar tus maletas y largarte me dio cierto pánico.

Pero no me voy a adelantar a ese día… vayamos un poco hacia atrás, porque la boda no es solo el mero día, ni la ceremonia, ni la fiesta. ¡Hay toda una planificación gigante y de meses de trabajo atrás!

Rebobinemos

Como te conté en este post, el 5 de mayo, después de estar juntos por 3 años, Yass me pidió en unas vacaciones en Cuba que me casara con él. A partir de ahí comenzó toda la planificación, así que tuvimos prácticamente 5 meses para planear este día.

Muchas personas nos decían que era muy  poco tiempo, que no iba a dar chance de hacer todo, que mejor nos casáramos el siguiente año. Pero si de algo estábamos seguros él y yo era que la boda no iba a ser gigante y, como bien aprendí en el camino, entre más pequeña, más rápido de hacerse es.

A un par de semanas de haber regresado de Cuba elegimos el lugar: ¡una casa preciosa en Pochomil! ¿Cómo la encontramos? Pues el Yass que conoce a todo el mundo, le escribió a una persona con quien en algún momento trabajó y que tiene un programa de televisión sobre turismo (¿recordás por qué fuimos a Corn Island el año pasado?), para consultarle si conocía una casa en alquiler en el mar, cerca de Managua.

Ella, quien es una persona muy amable y atenta, nos dijo que por ser nosotros nos ponía a la orden su casa –donde solamente se había casado su hija-. Yo ya había visitado con mi mamá y unas tías durante 3 días algunos lugares, pero en cuanto TODAS vimos esta casa la elegimos inmediatamente. Y aquí está el primer punto: ¿por qué en el mar?

Resulta que soy una persona de agua, de mares, lagos, ríos y piscina, ¡me encanta! Y siempre pensé que si alguna vez me llegaba a casar sería lindo que fuera en la playa (no, no era de las que sabía que se iba a casar y que soñaba cada día con su boda). Pues tuve la bendición de tener un compromiso en una playa espectacular cubana y de casarme en otra playa maravillosa en Nicaragua. ¡Ambas con unos atardeceres de ensueño! Pero no me adelantaré a eso.

El problema del mar y, bueno, de cualquier otra ciudad lejos de la tuya es que todo sale más caro, porque para cada proveedor es más caro llevar todo hacia allá y, obviamente, ese costo te lo pasan a vos.

Pasé varios días con este dilema porque siendo Plata con Plática lo que menos quería era gastar más y, por supuesto, tampoco quería hacer gastar más a mis invitados, porque sabía que una boda fuera de la ciudad implicaba también que muchos de ellos gastarían en hospedaje.

Conversando con mi ahora-esposo (mmm qué raro suena eso) y mi familia, tomamos la decisión de hacerlo donde nosotros realmente queríamos y asumir lo que eso iba a implicar en términos de gastos y, como solo íbamos a invitar a aquellas personas que han sido importantes en nuestra relación, sabíamos que estarían dispuestos a llegar donde fuera. Es por eso que también tuvimos que dejar ir otras cosas en la boda que, aunque para muchas personas son importantes, para nosotros no lo eran tanto. En este post te conté cuáles eran esas cosas que NO íbamos a tener… y te puedo garantizar que, de hecho, no las tuvimos. Simplemente las dejamos ir.

Y así pasamos los siguientes meses buscando las mejores opciones en cuanto a cada uno de los proveedores. Y en este sentido, quiero dar gracias especiales a mi mamá, sin quien, DE VERDAD, nada nada nada, absolutamente NADA hubiera sido posible. ¡Te amo mami!

Sé que las mamás se involucran sobremanera en las planificaciones de boda de sus hijas, pero lo que hizo mi mamá fue un simple espectáculo y nosotros no tenemos maneras ni palabras para agradecérselo lo suficiente. Si tuviera que aplicar la Regla de Pareto a mi boda, diría que mi mamá hizo un 80% y nosotros un 20%. Se tomó horas, días, semanas, meses para que todo estuviera perfecto y, aunque de repente tuvimos diferencias (como es normal en estas cosas), al final tuvo el amor para respetar nuestros deseos –y presupuesto-, así eso significara hacer cosas que ella no quería… o no hacer cosas que sí quería.

Los días antes de la boda

Yo había planificado dejar de trabajar la semana antes de la boda. Después lo cambié al lunes, después al martes y al final fue hasta el miércoles. Todas mis amigas me decían que necesitaba unos días para relajarme y dejar el trabajo, pero por más que lo intentaba parecía tarea imposible.

Con esto descubrí que tengo cierta adicción al trabajo (sí, ¡lo confieso!) y que me cuesta mucho despegarme de él… especialmente cuando veo la cantidad de correos y mensajes por inbox que las personas, desesperadas por sus finanzas y las deudas, me envían. Pero también logré hacer paz con este hecho y me dije: si al final yo amo lo que hago y me energiza, ¿por qué dejar de hacerlo? Pero eso es cuento para otro post.

Habíamos planeado irnos desde el viernes a la playa con mi familia, al igual que varios amigos que rentaron una casa. Lo chistoso del asunto es que, llegado al día, el novio y la novia no tenían en qué irse porque nuestra camioneta estaba mala (cuento para otro post) y todo el mundo haciendo viaje el viernes por la mañana, mientras nosotros estábamos en casa a esa hora –sí, hasta a esa hora- pensando qué podíamos bailar. Sí, también somos los novios más frescos del mundo aunque nos gusta improvisar cuando de divertirnos se trata.

Como casi toda mi familia vive fuera y TODOS ya estaban aquí, transportar a tanta gente era complicado y simplemente no había espacio para nosotros. Es decir, muy nítidamente iban a estar todos en la fiesta, pero sin boda y sin novios. El caso es que una muy querida amiga que iba en la camioneta de su esposo para la playa nos prestó la suya y así logramos irnos: ¡gracias Lucecita y Rob por permitir que los novios llegaran tranquilos a su boda!

El viernes y el sábado fueron días un poco locos en la casa donde nos estábamos quedando, que era también donde nos íbamos a casar. El decorador, que fue Marlon Centeno de D´Ideas Floristería, había llegado desde ese día para comenzar a arreglar y la mitad de la casa (por ejemplo, la cocina) no se podían utilizar. ¿Resultado? ¡A comer pura comida que se pudiera calentar en microondas!

Una de las cosas que más nos atemorizaba era la lluvia puesto que la ceremonia sería al aire libre, en la playa. Cuando nos fuimos el viernes al medio día, prácticamente le huimos a la fuerte lluvia que hubo en Managua y cuando llegamos a Pochomil no había ni una sola gota.

El viernes fue el primer día en que realmente sentí que comencé a relajarme, rodeada de mi familia y mis amigos a la cuadra… hasta que llegó el sábado.

 

La  boda

Todo muy bien hasta ese momento. Luego llegó el sábado por la mañana y por primera vez, desde el compromiso, sentí nervios. Viendo hacia atrás es probable que haya estado entre nerviosa y ansiosa semanas antes, solo que no me daba cuenta. Esos nervios y ansiedad se vieron reflejados en las libras que subí para “el gran día”. Las novias normales bajan de peso para su boda, ah no, la Elaine Miranda decide que mejor sube de peso. ¡Bien, gracias!

Los proveedores comenzaron a llegar desde temprano porque la boda era a las 4:00 pm. Para el medio día, prácticamente todos estaban ahí. Nuestra Wedding Planner, Carol Estrada, de Lace Events, se portó al 100 y fue de las primeras en llegar. Con lista en mano, comenzó a revisar quién estaba y qué hacía falta; a llamar a quienes estaban retrasados y a hacer miles de cosas de las que ¡gracias a Dios no me di cuenta! Creo que ese es precisamente el secreto de un excelente Wedding Planner: que haga su trabajo tan bien, que ni cuenta te des de los problemas que surjan.

Y, entonces, después de día y medio con un sol maravilloso, comenzó a llover. Recuerdo estar en la habitación en la que me estaban arreglando y maquillando y ver la lluvia caer a través de la ventana que daba hacia la fiesta. Una parte de mí se sentía triste, lo confieso, pero otra parte (la parte más grande) estaba segura que esa lluvia iba a pasar, porque Diosito me quiere tanto que me iba a regalar el mejor de los paisajes…tal como lo hizo con el compromiso.

Mis damas bellas comenzaron a llegar y mis nervios empezaron a crecer, me dolía el estómago y las manos me sudaban. Así que ellas se encargaron de ir por una copita de vino, así como para agarrar valor. Fue por ahí de las 3:30-4:00 pm, cuando ya casi estaba lista y mis amigas del alma estaban ahí conmigo (porque hasta las que me hicieron falta por estar fuera estaban conectadas por todas las redes y llamadas), que comencé a entender por qué le decían “el gran día” o “tu día”.

Hasta antes de ese momento, siempre me pareció un poco absurdo pensar que ese sería el mejor día de mi vida y es que, de verdad he tenido días tan bellos y memorables en mi vida que no podía creer que ese fuera el mejor. Pues bueno, estando ahí, con ellas y con mi familia entrando a cada rato y con todo el mundo pendiente de “cómo estaba yo”, fue que me di cuenta por qué era mi día. Y realmente se siente hermosamente especial.

Y entonces, entre tanta tomadera de fotos con ellas, entró Carol para decirnos que era hora de salir. Ahora sí: ¡el momento había llegado!

Salimos del cuarto y ellas bajaron hacia la arena (donde la boda se llevaría a cabo) mientras yo me quedé arriba porque, bueno, la novia con su padre son los últimos en bajar, ¿correcto? Esos momentos me parecieron E-TER-NOS, como que nunca pasaban. Hasta que regresó y nos dijo que era nuestro turno.

Los nervios comenzaron a crecer hasta que llegué a la arena, a la parte donde comenzaría a caminar y vi, hacia el fondo, a mi amado princeso. Y eso fue todo. Verlo a él ahí, de pie esperando, ya con todos los invitados, familia, amigos, damas, caballeros y abogado fue súper especial.

Ahí todos los nervios se esfumaron de inmediato y tuve la seguridad de saber quién era él y por qué me estaba comprometiendo a pasar a su lado el resto de mi vida; como le dije en una parte de mis votos:

“Prometo amarte cuando menos quiera amarte y quedarme cuando más me quiera ir. No porque te necesito, sino porque te amo y porque quiero amarte cada uno de mis días”

Y es que si de algo estoy segura es que amar es una decisión y yo he decidido amarlo siempre; aun cuando menos amable sea él… por ejemplo, cuando no baje la tapa del inodoro ;).

Esa caminata del brazo de mi papá, que era lo que más temía y que pensé que iba a ser eterna, fue cosa de instantes. Traté de ver hacia los lados y al frente lo más que podía, tratando de reconocer y dejar grabados en mi mente los rostros felices y las sonrisas cómplices de quienes nos acompañaban.

Y es que, te voy a hacer un paréntesis: resulta que esa mañana, la mamá de mi amiga Sara Lila me mandó un mensaje de felicitación muy lindo y emotivo. Entre otras cosas, en él, me decía “disfruten el día, deténganse y véanse, vean a la gente que los acompaña, la playa, guarden eso de recuerdo y como a mí me gusta tomar los buenos consejos, me lo tomé a pecho y eso mismo traté de hacer cada segundo de mi boda. De las imágenes más lindas que tengo grabadas son los colores maravillosos que habían en el cielo, regalados por Dios. Ahora sé que hizo que lloviera no para arruinarnos la fiesta, sino para que el atardecer fuera espectacular.

Realmente todo pasa muy rápido. Mi amigo Carlos Taboada, fue la persona elegida para casarnos. Unos días antes nos habíamos reunido con él un par de horas para platicar. Me encantó su compromiso con nosotros y con la boda que estaba por celebrar, pues no se limitó a simplemente hacer un contrato y darnos el papel para firmar, sino que se lanzó toda una charla casi pre-matrimonial donde nos dio 2 consejos que llevaremos el resto de nuestra vida. ¡Gracias, Carlos!

Escuchar los votos de Yass fue MÁ-GI-CO. Voy a hacer una pequeña confesión y es que horas antes andaba yo con el nervio de que él me iba a dejar regadíiiiisima con los votos. Recuerdo haberle escrito a mi amiga Gaby, quien 2 días antes se tuvo que ir a Austria a estudiar su maestría, para contarle lo que sentía y compartirle mis votos. Y ella me dijo: “Ela, esa sos vos, y si él dice más, pues así es él”. Y tenía razón. Justamente así fue.

El princeso hizo llorar a por lo menos la mitad de los invitados con sus palabras y yo no podía tener el corazón más chiquito con todo lo que dijo. Y es que de los dos, quien sí sabe expresarse al 100 es él. Pero él no solo hizo a la gente llorar, también los hizo reír, con palabras como éstas:

Hoy también quiero prometerte hacer cosas aparentemente imposibles: por ejemplo que bajaré la tapa del inodoro todos los días sin necesidad de escuchar tu grito de “Yassiiiir”. Prometerte que reinventaré mis chistes para que, al menos una vez al día, no te riás por compromiso. Prometerte también que no me dormiré al inicio de una película cuando organicemos un Netflix and Chill en casa o que no quemaré la carne cuando me anime a hacer un asado.

Cuando menos lo pensé, ya era momento de ponernos los anillos y firmar. Aun nos quedaban algunos minutos para aprovechar el atardecer y sus gloriosos colores para tomarnos fotos. Como ésta:


El resto es, en realidad, más una fiesta que cualquier otra cosa. Aunque es lo que menos tiempo lleva, en definitiva la parte más importante es la primera: es el caminar, es la ceremonia, es prometerte el uno al otro para el resto de la vida, es ponerte los anillos, es besarte y es firmar.

Eso sí ¡bailamos como locos! Es probable que nunca haya bailado tanto como ese día. Sudé lo que no había sudado en ninguna sesión de gimnasio. Nos reímos y compartimos con amigos y familiares durante horas. Debo agradecer también a Oscar, nuestro DJ, por la paciencia de que le mandáramos lo que bailaríamos hasta horas antes de la boda (¡jajaja!), por mantenernos entusiasmados y en el bailongo tooooda la noche y por quedarse hasta el final. Literalmente fue el último en empacar e irse.

Estuvo incluso después de la fiesta, cuando se quedaron algunos amigos, sacaron la guitarra y me cantaron feliz cumpleaños, y es que el día después de mi boda, estaba cumpliendo también 32 octubres.

Gracias también a mis amigos jocotes (Luz y Rob, Karito y Alberto, Camilo y Adri, Miguel y Pao, y Marjorie y Ulises desde el cielo), quienes el domingo por la mañana nos alimentaron y me tenían una linda sorpresa: un pastel de cumpleaños, con lentes y regalos. De verdad, ¡no me lo esperaba en lo más mínimo! Casi nunca hablo de ellos, pero los jocotes, que son en realidad amigos del Yass, son una de esas razones que me hace amar más al princeso. Y es que para mí, si tu pareja tiene amigos tan, pero tan buenos, que podrían ser tus amigos en cualquier circunstancia, quiere decir que él, en sí mismo, es una persona de gran valor.

Hablemos de dinero

Sé que estás esperando esta parte con ansias y sé que es una pregunta que muchas personas planificando su boda se están haciendo: ¿cuánto cuesta casarse? Y lo primero que te quiero decir es que hay de bodas a bodas.

Recordemos que las finanzas personales son tan personales como tu huella digital y eso aplica también a lo que cada quien decide gastar en su boda y en qué sí decide gastar. Por lo que darte una cifra exacta de $1,000.00, $10,000.00 o $20,000.00 dólares sería una mentira, porque eso depende de los gustos, del tipo de boda que quieren tener y, claro está, del poder adquisitivo de cada pareja.

Mientras hay parejas que quieren y pueden tirar la casa por la ventana invitando a 400-500 personas y traen elefantes y acróbatas –caso real en Nicaragua-, hay otros que pueden hacer un almuerzo en su casa e invitar solo a su familia, como si fuera una comida familiar más.

Independientemente de en cuál de los dos grupos estés vos, lo cierto es que al planear la boda, solemos creer que vamos a gastar menos (mucho menos) de lo que finalmente terminamos gastando. No somos precisamente expertos haciendo presupuestos mes a mes y cuando se trata de la planificación de una boda, esto tampoco es una excepción. Incluso yo, que me dedico a esto, terminé gastando un poco más de lo que originalmente había pensado y querido.

Sucede que una vez comenzás a cotizar te das cuenta que todo es más caro de lo que vos pensás. Creo también que hay toda una industria alrededor de las bodas y que los proveedores, al saber que el evento es importante para uno, ponen los precios un poco más alto porque saben que no te quedará más que pagar.

Así que lo que hice fue ir trabajando un formato de presupuesto en tres etapas:

  1. Cotizaciones por servicio. En una hoja de Excel abrí pestañas diferentes por cada servicio y en cada uno (por ejemplo, catering) ponía detalladamente lo que ofrecían para poder comparar peras con peras y manzanas con manzanas, porque a veces comparar solo por precio no es justo. ¿Qué pasa si alguien te cobra más pero está incluyendo servicios que otro proveedor no y que vos tendrías que contratar por separado?
  2. Presupuesto de todos los servicios. Una vez había elegido al proveedor de cada servicio, los unifiqué y armé mi presupuesto total. A medida que iba conociendo datos que por X o Y motivo cambiaban, yo iba cambiando mis datos también. De la misma manera en que lo hago con mi presupuesto mensual.
  3. Control de gastos y pagos. La mayoría de proveedores te van a pedir que des un adelanto de la mitad para reservar y el 50% restante antes de la boda. Así mismo, hay varias cosas pequeñas que uno va comprando y no se da cuenta. Para evitar gastar de más y mantenernos en presupuesto, llevaba un registro exacto de lo que iba pagando por categoría (que debía coincidir con el punto de arriba) y el método de pago: ¿fue con tarjeta de débito, crédito, efectivo, transferencia? Y si era pago con tarjeta, escribía al lado si se había pagado la tarjeta por ese cargo o aun no. Esto me permitió gastar prácticamente lo mismo que había presupuestado y negociado con los proveedores.

¿Que cuánto fue? Pues bien, mi guía había sido la boda de una de mis mejores amigas que se casó hace 3 años. En este post hice un detalle de lo que se gastó en aquel momento y mi meta era gastar más o menos lo mismo.

Esto era un desafío porque su boda fue en su casa, el hecho de trasladar todo a Pochomil, como expliqué antes, encarecía absolutamente todo. Pero en términos generales lo logramos,  aunque con un porcentaje adicional. ¿Cómo? Dejando ir algunas cosas que otras personas sí tienen y usando el dinero en otras cosas que para nosotros sí eran importantes.

Por ejemplo, como les conté en el primer post, desde un inicio nosotros queríamos invertir en dejar una memoria fotográfica bella de todo el evento. Queríamos que en el futuro recordáramos ese momento con imágenes especiales y espectaculares. Por esa razón, en ningún momento dudamos en pedirle a Enmanuel Barquero y Lesther Quiroz de BEKUH Studios que nos acompañaran en ese momento.

Estos chavalos además de tener un talento increíble, se lucieron todo el tiempo, desde las reuniones de planificación que tuvimos hasta la medianoche de la boda. Todo el mundo me lo dijo. Llegaron desde tempranito y comenzaron a tomar fotos hasta de la última hormiga que iba pasando. De verdad, fueron imparables, incansables y súperrrrr pacientes (¡con mi familia se necesita!). Sé que estas maravillosas fotos que tomaron van a ser el acompañante perfecto de los recuerdos que ya tenemos y que queremos mostrarle a nuestros hijos y familia en el futuro.

Cómo gastamos

Lo que verás a continuación son los porcentajes de lo que gastamos en cada proveedor. Por respeto a negociaciones hechas con ciertos proveedores no podemos publicar precios exactos.

Una parte importante que no puedo repetir lo suficiente es que cada cosa que nosotros hagamos debe ser hecha dentro de nuestras posibilidades. Para nosotros mantenernos lejos de las deudas NO era negociable, por lo que siempre tuvimos claro cuánto podíamos gastar sin meternos a prestar dinero para pagar la boda durante meses o años. Esto no significa que no hubo problemas y desacuerdos: ¡por supuesto que los hubo! En especial porque el princeso es una reina de la primavera que quiere invitar a todo el mundo y cada persona extra es un costo adicional considerable.

En definitiva hubo muchísimas personas que nos hubiera encantado tener, pero mantenernos fiel al presupuesto era más importante y por eso decidimos tener una boda más íntima, solo con familia y amigos cercanos y que han estado cerca de nuestra relación en los lindos momentos y en aquellos difíciles.

Conozco casos de personas que están altamente endeudadas y que eso no las detiene para tener una gran boda y gastar mucho, mucho más de lo que deberían. No lo hagan, de verdad. No digo que no se casen, pero si hay deudas que pagar, el enfoque debe ser salir de ellas. Y acá tienen dos opciones:

  1. Esperar un tiempo para saldar deudas y luego hacer la boda que querés, gastando el monto que podés.
  2. No esperar, casarte ya, pero tener una boda más austera y frugal.

Ninguna de las dos está bien o mal, es una decisión completamente personal. Pero sí es un consejo sano que quiero dejar ahí. Incluso, nosotros en algún momento, cuando veíamos lo montos y demás, decíamos: “es que gastar X cantidad de más es posponer también la llegada de los hijos”… porque el dinero que nos gastamos hoy es el dinero que no tendremos mañana. Y, bueno, tener un hijo no es precisamente gratis, ¿verdad? Pero eso será tema para otro post.. veremos qué tan pronto ;).

Últimos consejos

Así es que, después de este nada corto post, te dejo 8 consejos que resumen lo que mis miles de palabras han tratado de decir:

  1. Pensá en lo que te hace feliz y no en lo que los demás van a decir o pensar de tu boda. Es muy fácil caer presa del pensamiento de que hay que tener lo mejor de lo mejor y tirar la casa por la ventana. No, de verdad, no. Aquellos a quienes les importás, no les importará cómo hayás decidido hacer tu boda. Y aquellos a quienes les importa cómo está tu boda, no deberían ser invitados para empezar.
  2. Elegí casarte en tu ciudad porque es menos costoso. O, si realmente querés que tu boda sea en algún lugar de ensueño, asumí de entrada que vas a pagar más por ella y dormí tranquila en la noche. No permitás que te martirice.
  3. No comencés a planificar NADA si no sabés con cuánto dinero contás. Es mejor partir del monto disponible y luego tomar decisiones en base a él. Esto te permitirá mantener los pies sobre la tierra y no ilusionarte con cosas que no podés pagar…o para las que te tendrías que endeudar.
  4. El famoso 15% – 20% que no llega a tu boda es real. A mí me daba pánico encargar comida, mesas y sillas para menos personas de las que había invitado, pero al final fue cierto, siempre hay personas que no pueden llegar. En nuestro caso, aun 4 días antes de la boda, prácticamente todos estaban confirmados y el mero día hicieron falta personas por enfermedades, problemas, etc. Así es que sí, por más cercana y pequeña que sea la boda, siempre habrá un porcentaje de personas que no llegue.
  5. Cotizá, compará, negociá. El primer precio que te dan no necesariamente es el último. Tené claro tu presupuesto total y por rubro, pues habrán cosas en las que querrás gastar más porque son más importantes y cosas en las que querrás gastar menos. Estos montos presupuestados te ayudarán a negociar mejor porque sabrás con exactitud cuánto te podés permitir gastar en cada uno.
  6. Como me dijo doña Saralí: “disfruten el día, deténganse y véanse, vean a la gente que los acompaña, la playa, guarden eso de recuerdo”.
  7. Cuando llegue el día, ¡relajate! Para ese momento, no hay NADA que podrás hacer si algo no está como debería, entonces ¿para qué preocuparte? Y si decidís contratar a una wedding planner, tené la confianza de delegar en esa persona hasta el último detalle. Eso hice yo, actué como una invitada en mi propia boda, confié que Carol se ocuparía a la perfección de todo y justamente eso hizo. Es más, ¡hasta nos recordó que teníamos que comer cuando a nosotros ni se nos pasaba por la mente! Por cierto, gracias Carol por la sorpresa que nos dejaste :*.
  8. No te endeudés por una boda. De verdad, por más lindo que sea, es UN SOLO día y no lo vale. Hacé una boda que esté dentro de tu presupuesto.

Y, para finalizar, te comparto unas cuantas fotitos de lo que fue nuestro día. ¡Gracias a BEKUH por el extraordinario trabajo!

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