Seguro de vida: un acto de amor

Éste es un post invitado de una lectora: Norma Gutiérrez, quien además, es mi suegra. ¡Muchas gracias a ella por compartir su experiencia! Estoy segura que esta información le llegará al corazón a todos los padres y madres de familiar. Si te interesa escribir un post en Plata con Plática, escribime a [email protected] y con gusto lo publicamos, el único requisito es que sea relacionado a finanzas personales y no hayan errores ortográficos.

El pensar en el dinero por dinero realmente no tiene ningún sentido.

La vida nos va enseñando en el caminar muchas cosas. Vamos aprendiendo de la experiencia personal y del testimonio de vida de los compañeros de viaje en este tren llamado vida. Como resultado de esas conversaciones personales con nosotros mismos surgen  las inquietudes e interrogantes ante las situaciones que se nos presentan.

Una de esas inquietudes es la muerte, la única eventualidad que tenemos la certeza que sucederá. Curiosamente también es el tema  que algunos, por no decir la mayoría de los seres humanos, hemos preferido esquivar o callar. Sin embargo, abordarlo es fundamental porque es un hecho inevitable y impredecible. Éste es el misterio, ésta es  la inquietud, éste es el problema.  Y esta incertidumbre tiene un precio, uno que no todos estamos dispuestos a pagar.

¿Cuándo se nos convierte en un problema a solucionar? Cuando adquirimos conciencia que de presentarse una muerte o incapacidad física, en cualquier momento, las personas dependientes de nosotros enfrentarían cambios bruscos en la continuidad de su forma de vida económica y que también incide, directamente, en su aspecto emocional y social. En principio, al faltar el ser querido, son afectadas las emociones que requieren cierto tiempo para su recuperación y, paralelamente, los aspectos económicos y sociales.

Los sueños y proyectos que se tenían a corto, mediano y largo plazo son afectados, son tambaleados; el rumbo original tiene que tomar ahora un giro diferente. Y vienen los cambios según la estructura y organización de cada familia, por ejemplo el número de hijos y  sus edades, residencial donde viven, colegio donde estudian, ingresos del cónyuge, etc.

Y es en este momento que vale recordar la pregunta que le hizo David Bach – Asesor Financiero de EEUU –a su madre, cuando apenas tenía cinco años. “¿Qué es lo que realmente hace girar el mundo, el dinero o el amor?”, la madre le respondió mirándolo fijamente a los ojos: David, el amor es lo que hace que tu vida sea especial… ¡pero sin dinero tendrías serios problemas!

Y es que realmente tenemos serios problemas cuando no hay dinero. Si no hay trabajo, si se pierde el trabajo y el papá o la mamá quedan sin empleo, inmediatamente hay cambios, mientras se consigue nuevamente otro. Pero cuando uno de los dos pierde la vida, hay que pensar seriamente en todos las transformaciones radicales que se necesitarán hacer.

Durante más de 25 años dedicándome a la asesoría en seguros de vida, he visto una infinidad de casos reales que le han sucedido a mis clientes, a sus seres queridos, amigos y conocidos, e inclusive a mí con la partida de mi esposo. Cuando  ocurren muertes accidentales imprevistas o enfermedades terminales, los familiares de las víctimas somos los más afectados. Casi siempre el contexto futuro de quienes quedamos es determinado por las decisiones previas de la víctima en su planificación financiera.

Quienes tienen consecuencias económicas y sociales menos negativas (generalmente pocas), son aquellas personas cuya cabeza de familia disponía de un seguro de vida. Éste permite mantener una vida económica diaria con cambios menos bruscos y con cierta estabilidad en el corto plazo. El cónyuge que ha quedado sólo a cargo de los hijos, al contar con un respaldo económico, puede planificar de forma más responsable la continuidad de la vida de sus hijos y sin mayores angustias. Los hijos no tendrán necesidad de cambiar de escuela, de cambiar de residencia, de dejar a sus amigos, sobre todo en momentos en que más necesitan contar de cierta estabilidad emocional. La alimentación, el vestuario, el techo estarán garantizadas por el tiempo adecuado y la educación primaria, secundaria y universitaria posiblemente sean culminadas. El cónyuge tomará las medidas adecuadas de protección para él o ella, después de ser sujetos de los beneficios que le ha brindado una póliza de seguro de vida.

Por otro lado, el escenario de aquellos que no tomaron las medidas preventivas cambia totalmente. Si el cónyuge que sufrió la muerte repentina era el que generaba mayores ingresos provoca angustia en su esposo o esposa en los primeros días del suceso y, además de verse afectada(o) emocionalmente por la pérdida de su cónyuge, el esposo que queda se ve perturbado al pensar en la infinidad de recortes que tendrá que hacer en su forma de vida. Cambios en la alimentación, restricciones en algunos gastos del mantenimiento de la casa, cambio de escuela, vestuario, recreación, etc.; y muchos de estos cambios incidirán emocionalmente en sus hijos.  También de estos casos he visto muchos, la mayoría, de hecho.

Cuando se adquiere conciencia de la importancia de asumir con responsabilidad el cuido de nuestros hijos, considerando como esencial brindarle cariño, educarle en principios y valores, formarlos para ser hombres y mujeres de bien, entonces adquirir una póliza de seguro de vida es un acto de responsabilidad, un acto de amor con nuestros hijos.

¿Por qué? Porque nadie tiene garantizado un tiempo para estar con ellos, con la familia. Existe un evento cierto que en cualquier momento se puede presentar, y es la partida de nosotros a un viaje sin regreso y, ante esta situación, ¿cómo queda nuestra familia? Pensar en ello, prepararse para ello, tomar las medidas preventivas pertinentes para que en caso de que pudiese suceder antes de que nuestros hijos se formen es un acto de amor que debe de asumirse con madurez, consciente de la necesidad de la protección de ellos ante tal circunstancia.

El mismo ser humano ha creado el seguro de vida, que en su esencia es el concurso de la participación de muchas personas con su aporte económico, para apoyar a uno de ellos que posiblemente sea el que lo necesitará. El punto es que no se sabe quién de todos será el elegido para partir de este mundo y, aun teniendo 55 años, es muy probable que haya alguien en tu familia que todavía necesitará tu apoyo económico en su proceso de preparación para la vida.

Al final, la vida de tu ser querido no tiene precio, por eso los seguros de vida son una herramienta generosa para solventar de alguna manera y por un tiempo determinado el impacto económico que generaría tu muerte o incapacidad. Por eso, tomar una póliza de seguro de vida es un acto de amor hacia tus seres queridos. ¿Qué estás haciendo hoy por ellos?

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