Recetas para cuando la vida te hace comer mi€rd4: La muerte del sol

«En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habita un verano invencible». (Albert Camus)

 ¿Cómo te sentirías si no amanece y la noche sigue indefinidamente? Estoy seguro que no sería fácil. Es el símbolo, que sin saberlo con claridad, vivimos todos los años el 21 de diciembre con el solsticio de invierno, para nuestro hemisferio planetario.

Este día se da la noche más larga del año, y su duración especial, se mantiene sin cambio hasta el 25 de diciembre, cuando comienza a avanzar lentamente la luz, en su peregrinación hacia el 21 de junio, día más largo del año.

Este proceso estacional, no pasó desapercibido por las diferentes culturas, dedicándole fiestas y ceremonias con un profundo simbolismo al cual quise acercarme para compartirlo contigo que me lees.

Primero lo largo de la noche, fue interpretado como una victoria aparente de la oscuridad sobre la luz, como si Dios representado por el sol, en esa batalla, falleciera y tardara tres días, en resucitar o volver a nacer. Ese aparente triunfo de la oscuridad, me parece a mi un excelente símbolo de una crisis larga, o un fracaso que parezca irremediable, un momento límite, que todo ser humano va a tener que enfrentar. Pero no es una noche cualquiera, es una en la que la luz, va a parecer haberte abandonado, va a alejarse de tu vida por un período que va a parecer demasiado largo.

Este proceso va a simbolizar una muerte aparente, puede que traiga un proceso importante de renovación, un cambio de trabajo, relación o de enfoque. Es un ciclo natural, todos vamos a tener que enfrentarlo. Pero es esperanzador que después de una duración que va a parecer eterna, si logramos cuidarnos, cuidar nuestro propósito, va a nacer la luz de nuevo en nosotros, vamos a nacer de nuevo, traeremos desde la oscuridad una nueva forma de ver el mundo, va a ser un nuevo día, un nuevo ciclo.

Este símbolo lo encontramos en nuestra cultura cristiana, en la que el niño Dios nace cada 25 de diciembre, trayendo alegría, asombro y esperanza. Pero también tuvimos antes el natalicio del sol invicto de Mitra y las Saturnales romanas.

En nuestras fiestas navideñas, incluimos una serie de elementos como el árbol navideño, las luces, el nacimiento, velas, etc. Todos estos son símbolos con un significado muy hermoso que van de la mano con el solsticio, como parte de un natural sincretismo que ha sucedido a través del tiempo, por ejemplo, generalmente para nuestro árbol usamos un pino, o una conífera. Las coníferas son árboles muy resilientes, que no dejan caer sus hojas para el invierno, y resisten con tenacidad las nevadas.

Con un árbol, se relacionó al conocimiento, el árbol del conocimiento está presente en historias sagradas, si sumamos tenemos un conocimiento, que no se “muere” con la dureza del clima frío y con la oscuridad que dura más.

Al árbol, lo decoramos con luces y adornos redondos de colores, representantes todos estos de virtudes, fortalezas del alma, que “adornan” el conocimiento y con esa capacidad, resisten esa noche larga que como ciclo natural nos visita cada vuelta al sol.

Las luces del árbol son una posible evolución de una tradición germánica, de cuando iniciaba la noche del solsticio, encender velas, para cuidar la luz en las casas. De igual manera, podemos encender una vela en nuestro corazón, parafraseando el consejo de San Francisco de Asís: ni toda la oscuridad del mundo, puede con una pequeña vela encendida.

Espero que estas ideas te sirvan en tu camino por la noche más oscura, cuando llegue y como el pino lleno de adornos navideños, puedas usar toda tu luz interior para triunfar, como el sol invicto que nace al alba cada 25 de diciembre, como el niño Dios, que trae su mensaje de amor y redención, cada vez que nace en nuestro corazón.

 “Toda la oscuridad en el mundo no puede apagar la luz de una sola vela”.

San Francisco de Asís.

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