Error financiero: prestar dinero

¿A quién no le ha  pasado? El día que tu amigo o amiga, familiar o conocido se te acerca para pedirte dinero prestado y vos no sabés ni qué decir. Ciertamente todos hemos pasado por momentos financieros difíciles, por lo que la empatía asoma su cara en ese momento, el corazón se nos vuelve de pollo y terminamos accediendo a soltar el monto que nos piden, sin saber si lo veremos de regreso.

Yo ciertamente lo he vivido en más de una ocasión. Y he podido experimentar ambas caras de la moneda: ha habido amistades que han cumplido en tiempo y forma con el pago, y ha habido quienes –a la fecha- no pagaron…. y no lo harán.

La próxima vez que alguien cercano a vos te pida dinero prestado, asegurate de conocer las razones detrás de tal pedido, pues no es lo mismo que esa persona esté pasando por un momento difícil y sea una situación temporal, a que se trate de una persona con pobres habilidades en el manejo del dinero y a quien has visto que su salud financiera solo ha empeorado con el paso del tiempo. Las posibilidades que te paguen en el segundo caso, son escasas.

Así mismo, hay que tener en cuenta la calidad y cercanía de la relación. Abrirle tu cartera a tu amiga del alma o a tu hermano que ves todos los días, es diferente que al primo de un amigo, que no sabés ni dónde vive. Si es posible, informate de su historial con otros préstamos: ¿Ha prestado antes a una o varias personas? ¿Qué tan buena paga fue? El pasado de una persona no determina su futuro comportamiento, pero si ha hecho un hábito el pedirle prestado a media humanidad, probablemente no te convenga formar parte del grupo de acreedores.

Si aun así decidís hacer tu obra buena del día y ayudar a un amigo en necesidad, que no te dé pena tratar el asunto como si de un negocio se tratara, pedirle que firmen una hoja y hacé los términos del préstamo lo más caro posible: cuánto le vas a prestar, cuándo te va a pagar y en qué condiciones, la tasa de interés que vas a cobrar (si es el caso), etc. También es buena idea que la otra persona esté clara que ese dinero no te sobra y que será un faltante en tu propia vida y/o la de tu familia.

En conclusión, la próxima vez que un ser querido –o no tan querido- te pida que le prestés dinero, considerá que por más difícil que sea decir NO, al aceptar darles el dinero, podés estarlos perjudicando más de lo que los beneficiás, pues contribuís indirectamente a sus malos hábitos financieros y ponés en peligro tu propia seguridad financiera. Si al final decidís que tu relación vale más que el monto del préstamo, pensá en ese dinero más como un regalo, que como un préstamo y que sea una cifra que estás dispuesto o dispuesta a dar por pedido.

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