Testimonio: Cómo ayudé a mi amiga a cambiar su vida financiera

Hace unos días recibí este correo, de una lectora, de quien he tenido ya el placer de recibir varios correos e historias. Esta, en particular, me ha encantado. Y es que una cosa es dar tu testimonio de cómo VOS has hecho cambios personales… pero ya es otro nivel cuando comenzás a cambiar la vida de otras personas. ¡Espero lo disfrutés tanto como yo!

El entorno ha cambiado a tal velocidad que el consumo desmedido y la era de la digitalización  nos tomaron por sorpresa. Muchos hemos entregado con firma y papel nuestras vidas a las entidades financieras formales y al mercado informal, por la ignorancia en el manejo del dinero.

Como recordarán, en el 2018, viví una de las metamorfosis más significativas de mi vida a través de un Programa de Educación Financiera (PEF) que me permitió ordenar mis finanzas personales. Un año después, tuve el privilegio de orientar a personas que se encontraban confundidas en ese mundo que parece conocido pero realmente no lo es.

Más allá de buscar al culpable de las crisis financieras personales, es urgente detenernos y entender que hoy en día, la educación financiera ya es una obligación.

Durante el 2019, topé con varias personas con deseos de cambiar, pero para lograr eso, se necesitan tantos componentes y considero que uno de los más importantes es determinar si “estamos preparados” para esa transformación.

Recuerdo que en abril 2019, intente incluir en mi “cartera de atención” a mi mejor amiga (más adelante les contaré quién es), porque la notaba algo angustiada por los compromisos económicos. Comenzamos poco a poco a ordenar partidas en el presupuesto y a mapear una parte de las deudas, sin embargo a las pocas semanas, ella se mostraba tensa y me expreso que ya no podía brindarme más información, recuerdo que entre lágrimas me dijo que se sentía muy avergonzada por lo que estaba atravesando, por lo cual le respeté su petición y entendí que no era su momento (sé, en carne propia, lo difícil que es decirle a otra persona tu realidad económica, porque es prácticamente desnudarse).

Transcurrieron los meses y 4 meses después, a pesar de tener un ingreso económico considerable, esta amiga me llamó y me confesó llorando  “que la bola de nieve” finalmente la había atrapado y no tenía como hacerle frente a sus responsabilidades, le respondí: “no te preocupes, yo te voy a ayudar! y terminé la llamada.

Recuerdo, que por primera vez en mi vida, me desubiqué con un caso, me sentí como si fuera yo misma la que estaba viviendo ese difícil momento y lo único que acaté fue llamar a una compañera, a quien le comenté lo triste e inquieta que me sentía, la emoción la tenía al tope y sinceramente se me nubló el pensamiento hasta que ella me dio el mensaje que ocupaba: “muchas veces topamos con situaciones que tienen un trasfondo más allá del que nuestra capacidad humana puede visualizar, Dios te ha preparado muy bien para este momento y tú sabes que lo puedes hacer”, mis lágrimas brotaban de impotencia y me sentí confrontada y sola. Unas horas más tarde, tomé aire y  me dije: “manos a la obra,… si estoy preparada!”.

Primero agradecí a Dios que un año atrás, me hubiera dotado de tantas herramientas para accionar de la mejor manera y tenía la ventaja  de gozar de una sombrilla para “momentos de emergencia” que me permitieron apoyarla y no convertir una escena precaria en una más precaria. Definitivamente, confirmé la gran importancia de no consumir “las vacas gordas hasta el huesito” y haber tenido, junto a mi esposo la capacidad del ahorro.

Con el pasar de los años, sufrimos de amnesia y olvidamos lo que nos llevó a ese abismo, desconocíamos que la codependencia, los vicios de los familiares, la ayuda a los hijos, los viaje de placer, los estudios, la imposibilidad a decir no y la ignorancia financiera son pésimos aliados de la tranquilidad.

Comprendí nuevamente que para todo hay solución (Inclusive un endeudamiento superior al  95%), que la serenidad si tenía un precio y que tocaba abrazar el dolor y perseverar, a través de la toma de decisiones extremas.

Mi mejor amiga, es una mujer adulta mayor, que tenía una casa propia para dejársela de herencia a sus hijos, entonces siendo así las cosas, era inconcebible mantener ese bien inmueble a un precio tan costoso. El camino elegido, fue la venta, personalmente podía ayudarla por unos meses, pero no  hacerme cargo de todo el resto de su vida.

En fin, sé por experiencia que cuando hay disposición de hacer las cosas bien y se hacen, las cosas se van acomodando “mágicamente” y efectivamente en menos de un mes sucedió el milagro, la venta!. Mapeamos las deudas al 100%, las honramos y simultáneamente conforme cortábamos grillete a grillete, regresaba un color cálido al rostro de mi mejor amiga, pareciera fácil, pero quienes tienen este tipo de experiencias conocen lo desgarrador y liberador que resulta un proceso de estos, en especial cuando esa mejor amiga, es tu madre! Pues si, esa persona es mi mamita.

No la juzgo, porque yo pude ser ella, aún más fui ella muchos años (porque en muchas áreas somos la viva copia de nuestros padres), con la gran diferencia que por mi vida pasó el “PEF”. Sé que ninguna de sus deudas tuvo una mala intención, porque es una mujer ejemplar, llena de miles de virtudes, luchadora, implacable, sin embargo, en el camino (como muchos!) se perdió, porque en una sociedad capitalista, es imperante la educación financiera para mantenerse a flote.

Hoy por hoy, ella vive con un estilo de vida conforme a sus ingresos (pensión), creamos un presupuesto, tiene ahorros programados,  hace sus compras con lista, tiene un control semanal de gastos, aprendió a decir no y a amarse, primero a ella, antes que a los demás. Constantemente verificamos que la solución haya sido en la raíz, para nunca más volver a caer. Mi madre, alquila una casa, en un entorno muy similar al que tenía, pero mejorado y lo más importante, recobró su estabilidad financiera y sus hermosos rosas en las mejillas volvieron a iluminarse.

Siempre hay oportunidad de ser mejores, especialmente en el mundo de las finanzas personales, solo necesitamos una dosis de humildad para que nuestras familias reciban lo que se merecen: la riqueza única de la paz.

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