Recetas para cuando la vida te hace comer mi€rd4: el elefante

«Prefiero cometer errores de amabilidad y compasión que hacer milagros de crueldad y dureza.» Madre Teresa.

¿Alguna vez has visto un elefante? Son inmensos, pueden medir 4 metros de alto, 7.5 de largo y llegar a pesar 10 mil kilos. El elefante africano es considerado el animal más grande sobre tierra firme. De pequeño, mis padres me llevaron a una feria y pude montar uno, fue una experiencia monumental.

En la filosofía de oriente, simbolizan entre otras cosas, a la persona sabia, por su parsimonia al caminar, ojos pequeños, que son interpretados como símbolo de poca importancia por el mundo exterior y sus grandes orejas, que son vistas como representación de una gran capacidad de escuchar.

En la psicología moderna, se han convertido en símbolo de una verdad incómoda, que no se está abordando en la frase “el elefante en el salón o habitación” muy aplicada al luto cuando tenemos en la oficina a una persona doliente, enfrentando alguna clase de duelo o luto, que no sabemos cómo abordar o si le debemos decir algo. ¿Te imaginás estar en un salón con un elefante y no verlo? A eso se refiere la frase.

Cuando estamos comiendo mi€rd4 porque alguna circunstancia difícil nos ha generado dolor, en muchas ocasiones, estamos enfrentando luto, cuya definición es: la respuesta emocional humana que se produce ante una pérdida. Conlleva aceptación, adaptación y recuperación después del evento. Solemos relacionar la palabra con el fallecimiento de un ser querido, pero puede involucrar un cambio de trabajo, el final de una relación, sufrir un robo, la migración forzada, entre otras experiencias difíciles.

Es curioso si te pasan cosas pequeñas, visibles como un tobillo doblado o un el uso de un cabestrillo, te preguntan ¿qué te pasó?, pero si es un temas más profundo o complejo, la gente no pregunta, aunque se sepa que algo te está pasando.

Las personas que enfrentan el duelo, se sienten mal porque la gente no les pregunta ¿cómo están? Se sienten invisibles. Esto es parte importante del fenómeno del elefante en el salón.

Hay varias razones por las que no abordamos a los que están pasando un mal momento:

1️⃣ Porque no sabemos cómo hacerlo y creemos que vamos a revivir su dolor.

2️⃣ Por un fenómeno que se llama el efecto MUM: no queremos que nos asocien a la mala noticia, porque en el fondo pensamos que nos veremos menos amables o atractivos.

3️⃣ Por egoísmo, no queremos salir de nuestra zona de confort y exponernos a un momento vulnerable.

En un trabajo que hizo la psicóloga Moral Safertine, con 500 sobrevivientes del holocausto, sólo 1 persona no quiso hablar del tema, los demás se abrieron. Una de las crisis más duras de la humanidad… las personas quieren hablar y ser escuchados.

¿Cómo hacemos para sacar al elefante del salón?

Aquí te comparto algunos consejos que he recogido de mis lecturas y prácticas, puedes ponerlos a prueba, no te van a salir bien a la primera, pero abrirá la puerta a conversaciones mucho más profundas y constructivas.

1. Cuando abordamos a una persona emocionalmente afectada, hagámoslo con respeto, no busquemos ser escuchados, sino escuchar. El Dr. Stephen Covey, en su libro los 7 hábitos, nos habla con muy buena claridad sobre la escucha empática, uno de los errores más comunes que cometemos es responder, a una persona que nos está contando un problema, contando una situación similar que nos ha pasado. A esto Covey le llama “respuestas autobiográficas”. Debemos tratar de no caer en este error si lo que queremos es apoyar.

Es distinto si se nos pide un consejo, entonces se abre una puerta para aportar alguna experiencia que pueda ser útil. Pero para ser útiles a alguien, debemos concentrarnos en escucharles, sin juzgar, sin aconsejar, sólo acompañar y demostrar que estamos ahí. Es un acto profundamente noble.

2. La regla de oro: tratar al afectado como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Esto nos da una pauta sobre qué acciones tomar para apoyar, aunque tiene el sesgo perceptual de nuestro interés y gusto particular, es mejor que no hacer nada.

3. La regla de platino: tratar a los demás como a ellos les gusta que los traten, implica salir un poco más de nuestra comodidad y abrir un espacio de reconocimiento de la otra persona, restando lo más posible, comportamientos que los obliguen a ser vulnerables. Los actos específicos ayudan, porque quitan peso de la persona que la está pasando mal y suavizan la dificultad de apoyar.

Ejemplos:

☑️ Cuando sabemos que a una persona le gusta un tipo de comida, llevarla.

☑️ Si sabemos que un amigo este necesitado de dinero, no esperar a que pida ayuda, podemos hacérselo llegar de una forma anónima.

En más de un momento duro que he vivido, un amigo o familiar ha dado el paso de llamarme, reconocer mi problema, pero luego al ofrecer ayuda, me dicen algo como: “si necesitás algo, no dudés en pedirme” y ahí esta el punto, pedir no es fácil.

También he vivido la situación de encontrar comida que no había comprado en mi casa, sin saber quién la puso ahí o ver un sobre con dinero, anónimo. La regla de platino obliga a dar un paso más allá, al que apoya, pero es mucho más digno para el que recibe la ayuda.

4. Las personas abridoras: si tenemos una persona extrovertida y desconflictuada en una familia o equipo de trabajo, podemos darle el encargo que le pregunte, de una forma que sólo el estilo particular de esta persona podría hacer bien y una vez lo haga, y escuchemos la respuesta de quién es abordado.

5. Los anillos de ayuda: es una idea diseñada por Susan Silk en la que se hace un recuento de las personas más afectadas, por una situación, se ordenan en anillos concéntricos, por orden de cercanía o afectación, y luego los de más afuera en los anillos, apoyan a los más cercanos al problema.

6. Evitar palabras de aliento como desconectadas de la situación de la persona como “vas a estar bien”, “te vas a mejorar” o «ya vas a ver que todo va a estar bien». Cuidar de aceptar la vulnerabilidad de la persona, si no nos vemos en esta capacidad, mejor no abordar.

Es importante que reconozcamos que no vamos a poder quitar el dolor de las circunstancias que esté viviendo la persona, pero podemos hacerle sentir reconocida y validada. Reconocer el elefante, reconocer nuestra humanidad común.

«La compasión es un verbo.» Thich Nhat Hanh.

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