Tu cerebro vs. tu billetera: ¿por qué el humano está condicionado a tener pésimas finanzas?

Pregunta relámpago: ¿Para qué sirve tu apéndice? ¿Para qué sirven tus muelas del juicio? ¿Para qué sirven los dedos del pie si no es para golpearse contra la esquina de la cama? 

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| Esos breves segundos donde no existe amor en el universo. 🥵

Todo nuestro organismo está diseñado para sobrevivir en un entorno que dejó de existir hace bastante tiempo. Y eso nos generará muchísimas molestias a lo largo de la vida. Es obvio que hemos evolucionado en seres inteligentes, capaces de enfrentar los peligros del mundo con más herramientas. Pero hay funciones y predisposiciones mentales que aún son parte de nuestra herencia evolutiva y tienen al mundo endeudado y te tienen a vos con problemas financieros.

¿No nos creés? Te vamos a demostrar que gracias a la evolución, tu cerebro aún no logra comprender cómo funciona el gasto de dinero y hará todo lo posible para evitar que tomés decisiones financieras responsables.

Si ahorita te dan a elegir entre comer un arroz insípido o esperar 6 horas y comerte una pizza caliente y deliciosa, es muy probable que tu elección sea esperar para la pizza. Pero, ¿qué pasa si te hago esta misma pregunta mientras estás muriéndote de hambre y omito decirte cuánto hay que esperar para la pizza? 

Te puedo asegurar, si alguna vez has sentido hambre de verdad, que elegirás el arroz. Porque tu cerebro entonces dejará de usar su parte analítica y se irá directamente a la parte intuitiva. Esto no parece ser un problema en tu día a día porque no todo el tiempo estás muriéndote de hambre. Pero, ¿Qué pasaría si te dijera que tu mente, a la hora de gastar dinero, se comporta exactamente como si lo estuvieras?

El cerebro a como lo conocemos ahora, se formó en una época donde nadie, absolutamente nadie, pensaba en el futuro. Los humanos éramos cazadores y recolectores que viajábamos de un lugar a otro buscando comida. Nadie cultivaba, nadie tenía posesiones, nadie pensaba en heredar algo a sus descendientes al morir. Se guardaba lo que se necesitaba para los próximos días o semanas y se consumía. Era la única forma de sobrevivir.

Cuando les tocaba elegir entre comerse unas horribles ratas ahorita o esperar por algún delicioso pedazo de vaca de aquí a una semana, su cerebro les obligaba a comerse la rata. 

Y estaba en todo lo correcto. 

Imaginar ese jugoso filete en un futuro no representaba ninguna ventaja evolutiva, ninguna estrategia. Te podías morir de hambre esperándolo. Así que nunca nos preparamos para pensar en el largo plazo, pues no ayudaba a nadie a sobrevivir. Al cerebro no le importaba si comerte esa rata implicaría acabar con lo último que atraparías en toda la semana, porque para sobrevivir eso no importaba. Comías eso y mañana te preocupabas por lo que encontrarías mañana.

El pasado-mañana al homínido prehistórico no le importaba en lo más mínimo. No olvidemos que la mayoría de humanos ni siquiera llegaba a los 30 años.

En la actualidad es todo lo contrario. El éxito financiero y tu bienestar dependen fundamentalmente de la habilidad que tenemos para pensar y planificar para el futuro. Pero aún sabiendo eso, alguien puede decirnos que nos dará US$100.00 dólares en un año o US$50.00 dólares hoy mismo, y nuestro cerebro prefiere menos dinero ahora que más dinero después, o sea, elige comerse la rata.

Porque internamente, evolutivamente, el cerebro necesita sobrevivir. Y se produce un malabarismo sensorial muy interesante: La rata te resultará no solamente más conveniente, sino que más atractiva en general, un sabroso platillo que nos evitará el hambre de esperar a un platillo mejor. 

Sumado a esto, te comés la rata sin pensar en lo que comerás mañana. O sea, te comprarás esa prenda, ese artículo, esa salida, ese viaje, sin pensar si eso implicará que mañana no tendrás para lo que necesitás.

Muchas veces hemos hablado de la Gratificación Instantánea. Y esta no se presenta solamente por un inmenso gustazo que nos estamos dando ahorita, sino que al gusto ahora se le suma lo que no tendremos que esperar para el gusto siguiente. Citando el ejemplo anterior, la idea de esperar por los US$100.00 dólares o por el filete de vaca, los convierte en menos atractivos proporcionalmente al tiempo que hay que esperar por ellos. 

Es como si mientras más hay que esperar por el filete, menos se te antoja. Por eso quienes están en deudas suelen endeudarse más. Porque dado que la solución debe ser poco a poco y hay que esperar algo de tiempo para ver los beneficios, estos se vuelven menos atractivos mientras más tiempo haya que esperar para verlos. Y nuestro cerebro decide mejor gastar en algo que te haga sentir bien ahora mismo, sin considerar cómo esto te perjudicará más adelante.

Una vez comparamos la salida de deudas con tener que lavar los platos sucios. Imaginate que tenés 3 platos sucios y 4 cubiertos para lavar. Pero los ves y decís: «es poco, lo lavaré mañana.» Al día siguiente se te acumulan 3 platos, 2 sartenes y 4 cubiertos más. Al verlos, sigue siendo poco pero te sigue dando pereza lavarlos y decidís hacerlo más tarde, cuando te den ganas. Sin saberlo, dejaste que se te acumulen 8 platos, 14 cubiertos, 4 sartenes, 3 toppers, 8 vasos y ahora el problema definitivamente se ve más difícil y menos atractivo de resolver.

| Cuando dan ganas de mudarse de casa antes que lavar todo eso. 🙈

Si nuestro cerebro funcionara de forma racional y lógica, lavarías los platos en cada oportunidad sabiendo que con ese pequeño sacrificio de tiempo, te estás ahorrando muchos malestares más adelante. Pero te sorprendería la cantidad de gente que aún habiendo aprendido su lección, vive repitiendo este comportamiento de dejar que se acumulen los platos sucios. Lo mismo sucede con las deudas.

A esto se le llama descuento hiperbólico, y hay industrias en ventas y mercadeo que dependen totalmente de usarlo en contra tuya, pues te están haciendo manejar muy mal tu dinero, comprar compulsivamente y endeudarte sin necesidad. 

Los bancos te ofrecen tarjetas de crédito asumiendo que harás compras hoy que no querrás pagar hasta tu fecha de pago o quizás después. Los prestamistas hacen lo mismo pero con peores tasas de interés y menos escrúpulos. De hecho, todo nuestro sistema económico está basado en personas que piensan a largo plazo aprovechándose de quienes sólo piensan a corto plazo. Es el clásico pacto con el diablo: recibís un pequeño placer hoy, crédito fácil, tu TV, tu celular; y el diablo será tu dueño para toda la eternidad.

| Dale… sin prima y sin fiador. 🔥

Y al diablo le conviene que pensés únicamente en el aquí y el ahora. Que el futuro no existe. Que no hay porqué preocuparse por el mañana siempre y cuando el placer de hoy lo valga.

Como te podrás imaginar, este descuento hiperbólico, hace DESASTRES en nuestras finanzas personales.

Pequeño dato curioso: ¿sabías que cuando se hizo el infame avión Concorde y se comenzó a ver que estaba encaminado a ser un total fracaso, los gobiernos de Inglaterra y Francia vieron que habían invertido tanto dinero en él que decidieron seguir invirtiendo?

Al final, claro está, fracasó y perdieron mucho más que lo que hubiesen perdido de haberse detenido a tiempo. A esto se le llama la falacia del costo perdido. También conocida como la falacia del Concorde. Y significa justo eso, cuando has gastado tanto dinero en algo, que en vez de asumir las pérdidas, tu cerebro decide que hay que seguir gastando. Y esto se aplica en todos los aspectos de tu vida, no solamente el dinero.

Hace cientos de miles de años, cuando tus seres queridos podían literalmente morir por ir a buscarte la cena, nuestra supervivencia dependía de sacarle el máximo provecho a todo lo que se cazaba. 

Sin saber cuánto duraría el invierno, se valoraba el sacrificio que significaba conseguir provisiones. Eso nos heredó un cerebro que se preocupa demasiado por no desperdiciar recursos que ya hemos gastado. 

En otras palabras: si ya perdimos dinero en algo, en vez de darlo por perdido y evitar perder más, elegimos seguir invirtiendo, con la esperanza de que haya valido la pena el gasto anterior.

Por ejemplo, digamos que tenés US$2,000.00 dólares para remodelar tu casa y gastás los primeros US$1,000.00 en botar una pared. Pero al hacerlo, te das cuenta que para completar la remodelación necesitarías gastar  US$5,000.00 dólares más –que no tenés–, pero volver a poner la pared te costaría  US$1,000.00 dólares. Si fuéramos seres completamente racionales, nos daríamos cuenta que esos US$1,000.00 dólares iniciales fueron tirados a la basura y no los podremos recuperar nunca. Lo único que debería imperar en tu decisión debería de ser los recursos que aún te quedan y cómo usarlos para mejorar tu vida en el futuro.

Tristemente, todas las investigaciones determinan que la gran mayoría de personas se rehúsan a dar ese dinero por perdido y deciden seguir invirtiendo, aunque esto implique un fracaso o gastar más de lo que tenés, generando otro problema, un endeudamiento no planificado. 

Esto es muy común en los apostadores. Llega un punto donde se dan cuenta que han gastado tanto dinero que se rehúsan a salir de ahí sin ganar algo de vuelta, así que siguen jugando con la esperanza de recuperar algo y terminan perdiendo aún más.

Pero no sólo con dinero. Lo hacemos en las relaciones humanas. Cuando te has involucrado de lleno con alguien que no te ha correspondido pero estás dispuesto a quedarte con él o ella porque tenés la esperanza de que todo ese tiempo, dedicación y entrega haya valido la pena, y que la persona cambie. 

Es como si tenés que caminar 5 horas para ir a un lugar y cuando falta media hora, te avisan de que el lugar está cerrado. Lo lógico sería asumir la pérdida de tiempo y esfuerzo y evitar caminar más sabiendo que de nada vale. Pero no. La mente humana está programada para DECIRTE QUE TENES QUE SEGUIR CAMINANDO EN HONOR A LO QUE YA CAMINASTE. Literalmente.

Otro ejemplo son los libros. A quienes les encanta leer se les hace sumamente difícil dejar a la mitad un libro que no están disfrutando o no ha resultado lo que esperaban. Prefieren pasar por la tortura de terminar un libro que no están disfrutando, a dejarlo a la mitad y elegir otro.

Pasa con las vidas humanas también. En 2005, el presidente George W. Bush dijo que le “debían” a los 2 mil soldados muertos en Irak, el “completar la tarea por la cual dieron la vida.” La guerra continuó sin ninguna conclusión satisfactoria y se perdieron muchas vidas más. 

Sin importar tu posición política, a una parte de tu cerebro eso le puede parecer un argumento lógico: “¿por qué deben morir más soldados? Pues bueno, porque estos otros soldados murieron, claro está. ¿Qué más podemos hacer? ¿Simplemente detenernos e irnos?”

De hecho, muchos proyectos estatales que llegan a un punto de dilema donde podrían elegir asumir las pérdidas y buscar un proyecto más factible, deciden seguir adelante con tal de no admitir que se malgastó dinero, aunque esto implique un proyecto fallido o mucho más costoso que la alternativa. 

Esto nos lleva a la aversión a la pérdida, cuya definición es sumamente loca: una predisposición humana que hace que prefiramos evitar perder dinero, que ganarlo. Si te dan a elegir entre evitar perder 100 dólares o ganar 100 dólares, ¿no se supone que ganar dinero debería de ser más atractivo para alguien?

What specific episode or movie is the image/gif of bugs counting money from? : r/KnowYourMeme

| En la foto: no. 😂

Aquí no estamos hablando de riesgos o apuestas. Hablamos de que el ser humano evita tanto el acto de perder algo que prefiere no ganar, antes que perder. 

Un ejemplo clarísimo es a la hora de negociaciones políticas, donde un lado prefiere evitar hacer concesiones a cambio de otros beneficios, aunque estos beneficios sean la causa de su negociación. 

En la política es más lo que un presidente pierde en popularidad al aumentar los impuestos, que lo que gana si los reduce. La gente de alguna manera siente un impacto mayor al perder una cantidad, que al ganar esa misma cantidad. Para ser más preciso, el deseo que tenemos de ganar equis cantidad de dinero, es exactamente la mitad que el deseo que tenemos de no perder esa misma cantidad, por pequeña o grande que sea.

La razón de esto a nivel evolutivo es obvia. En tiempos prehistóricos, si tenías una fuente de comida a pocos metros pero era en una zona donde suele haber depredadores, arriesgarse a obtener el alimento podía significar perder la vida. El riesgo a ganar algo no valía la pena el riesgo a perder algo más.

Por eso es tan atractivo ver los famosos “descuentos” en todos lados hoy en día. En la mayoría de casos no son precios más bajos, sino que son precios normales con una cifra mayor tachada al lado, el supuesto “precio anterior”. 

Pero tu cerebro te dice que al pagar ese precio de “descuento”, estás “evitando” pagar lo que falta. Una parte tuya se siente feliz de haber conseguido ese artículo sin haber tenido que perder el dinero que costaría el “precio completo”. No ganaste nada realmente. Sino que te hicieron creer que evitaste perder.

Lo cual es irónico, porque es la aversión a la pérdida lo que generalmente evita que nos arriesguemos de verdad en cosas que podrían beneficiarnos. El ejemplo más famoso es el miedo al fracaso en la vida. Donde por evitar el impacto de un posible fracaso, evitamos también el gozo de un posible éxito.

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