Las lecciones de mi padre y madre.


“Nosotros no participamos de la
gloria de nuestros antepasados, sino cuando nos esforzamos en parecérnosles.”.

Jean-Baptiste Poquelin Molière

¿Qué lecciones has aprendido de tu padre y de tu madre? En mi vida mis padres han sido una importante lección de crecimiento en todos los aspectos de la vida, quiero compartir algunas “recetas” en este breve artículo que saqué de mi perspectiva como hijo. Espero que sean útiles en tu camino.

Mis padres como pareja, fueron para mí una copia de la película “La novicia rebelde” mi padre solía ser estricto, serio y duro; mi madre amena, juguetona y jovial. Pero estos papeles podían fácilmente cambiar según las circunstancias.

De mi papá aprendí:

Si bien en muchos aspectos tuve fuertes diferencias con él, la madurez me ha permitido ver sus grandes aportes a mi crecimiento como un hombre de bien:

  1. Dios en la vida:

    todas las mañanas, nos leyó la Biblia, leímos todo, hasta el apocalipsis. Aunque siempre fui creyente, por alguna razón, no me era agradable en mi niñez y juventud, la lectura de las sagradas escrituras, pero mi papá lo impuso como una disciplina, y ahora viendo para atrás, lo considero un valor trascendental. Todos luchamos por algo en la vida, tener tu poder superior como una fuente primaria de inspiración y hacer las cosas en honor a tu propósito y enmarcado en un servicio a Dios, permite sobrellevar cualquier circunstancia compleja; además Dios sabe susurrarnos consejos, en sus libros sagrados de formas misteriosas.

  2. No ser tonto:

    desde muy pequeño tuve unas profundas ansias de servir al prójimo y a Dios. Mi papá siempre me recalcó que no es lo mismo ser bueno que baboso, me mostró con mucha dureza lo egoístas y malos que pueden ser mis compañeros y como podían fácilmente hacerse pasar por amigos para aprovecharse de mí. Me costó verlo, pero en perspectiva tenía razón. Ahora entiendo que saber dibujar un límite, saber decir que no, es importante especialmente cuando estamos pasando por circunstancias desfavorables, porque apegarnos a nuestro sentido requiere decir que no a las aparentes oportunidades que nos van a conducir por un camino que no hemos escogido.

  3. Ser curioso y creativo:

    desde que tengo uso de razón, mi papá fue a Corea para traer una fabrica de chapas, fue a España para traer tecnología de madera, fue a Estados Unidos a varias ferias, trajo productos al país, que luego se convirtieron en la tecnología de base en los mercados. No siempre aprovechó el resultado de lo que creó, pero estuvo en la punta de lanza de la tecnología. Una vez me preguntaron que de dónde salían mis ansias de emprender y contesté que mi familia es emprendedora. Ese impulso creativo de buscar oportunidades, es como un hobbie: siempre las estoy buscando y me entusiasma. Saber ver las oportunidades es clave para resolver problemas o encrucijadas de la vida.

  4. Conversar el dolor:

    la relación de mis padres que me tocó vivir, fue bonita en mi infancia, pero se complicó en mi adolescencia. Muchas veces, como buen hijo mayor, me inmiscuí en sus problemas, no pude no hacerlo, mis valores me impulsaron, temí por la violencia que veía en mi papá, que le hiciera daño a mis hermanos y madre. Esto complicó mi relación con él, por lo que las conversaciones más difíciles que he tenido, han sido con mi papá, decirle mis resentimientos, expresar con miedo lo que pienso, pero expresarlo con respeto y buscar resolver circunstancias que me sobrepasan fue una experiencia de la que sigo cosechando frutos y viéndolo en perspectiva, no sólo fui escuchado sino también perdonado y aprendí a perdonar. Este fue un gran entrenamiento para los momentos oscuros que he vivido.

  5. Saber ser ecléctico:

en varias ocasiones, mi papá me hizo ver que él no se consideraba un buen ejemplo en varios aspectos humanos. Siempre me dijo “tomá lo bueno de mí, pero no reproduzcas lo malo” y me lo impuse como una regla de vida: tratar de no replicar los defectos que veía, y apropiarme de las virtudes. Considero que es una lección muy importante, porque en el mundo manifestado la perfección no existe, todos tenemos defectos. En muchas ocasiones leo cómo en artículos se enfocan en lo negativo de personajes históricos como Alejandro Magno, Julio Cesar o madre Teresa, entre otros. No es que no lo tengan, pero no debería evitar que veamos sus cualidades. Tener la capacidad de ver virtudes y defectos y aprender lo bueno y dejar lo malo es tamizar la experiencia y nos evitará caer en errores de idealización de las personas y de perder la oportunidad de aprender cualidades valiosas de personas poco simpáticas.

 

De mi mamá:

Si algo le agradezco a la vida es la mamá que me dio, no sólo soy su hijo, también la he sentido mi amiga, mi maestra, mi oráculo por su capacidad intuitiva y una buena consejera. De ella aprendí:

  1. A esforzarme:

    trabajar con ahínco y entregar lo mejor de mí, no importa si el trabajo es un curso gerencial de alto perfil o traducir cartas para los patrocinadores de unos niños, la ética de trabajo es la misma, esto es fundamental para que el ego no interrumpa la vida cuando las cosas no salen bien.

  2. No perder la dulzura:

    vi salir a mi mamá de madrugada en bus hacia su trabajo que quedaba a varias horas/km de la casa y llegar de igual modo, toda cansada y no perder la dulzura de su carácter, darnos un beso de buenas noches y ofrecernos de lo que estaba cenando. Esto ha sido una inspiración para mí, no siempre lo lograba por supuesto, pero es más fácil recordar su buen carácter en la adversidad.

  3. Ser generoso:

    mi madre, cuando se iba en bus, era para que nosotros, sus hijos, tuviéramos carro. No se me ocurre un acto de generosidad, tomando en cuenta la belleza y comodidad (sarcasmo) de nuestros buses salvadoreños, que incomodarse yendo a su trabajo, pudiendo ir en carro. Mi lección fue dar, aunque tenga poco, aunque esté oscuro, dar.

  4. Una plática amena:

    en casa, cuando mi padre ya no estaba, pasamos muchas aventuras, cada vez que volvía de zamorano de vacaciones, mi familia estaba en un apartamento o casa diferente, lo que se podía pagar en ese momento, pero siempre, no importa que, los días se terminaban con una plática muy amena de lo que habíamos vivido y lo que sentíamos, la sobremesa fue fundamental para no hundirnos en las pruebas y verlas con filosofía. Siempre los últimos que quedábamos en la mesa éramos ella y yo con una avena con leche caliente.

  5. La dificultad como motor:

    como comenté en artículo anterior, vi a mi mamá pasar de ser una persona muy social, a una mujer a prueba; de ejecutiva alta de empresa, a hacer mandados todo el día, de arriba para abajo. Pero siempre tomó las oportunidades que tuvo enfrente, porque era lo que había, estoy seguro que no fueron fáciles y que Dios la cuidó. Hay varias anécdotas de posibles accidentes que no caben en el artículo, pero no perder esta flexibilidad y tomar las oportunidades que la vida nos dé en un momento oscuro, nos oxigena la mente y nos pone activos/productivos.

 Espero que estas lecciones, tomadas de mi familia te sean de utilidad, por supuesto que hay tamiz de por medio. Ya en el podcast hablé de lo duro que fue vivir al lado de mi padre y he tenido a mi mamá de invitada. Pero con madurez y amor se puede aprender de todo en la vida y cuando la vida no esta siendo amigable, nos fortalece tener estas herramientas para saber llevar la dificultad,

Todo reto, todo proyecto de valor, esta al otro lado del dolor.

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