La historia de mis finanzas personales… y el aprendizaje continuo que ello implica

Carlos

¿Quién nace aprendido sobre lo que te va a tocar vivir? ¡Nadie! Y peor aún, ¿Quién nace con conocimientos de Finanzas Personales? ¿O alguien que te enseñe desde pequeño cómo deberíamos manejar nuestro dinero? A mí (como a muchos, seguramente) me tocó aprender hasta los 30 años y el costo es altísimo.

Sigo este blog desde sus inicios, eso no quiere decir que desde entonces tomé el control de mi dinero, sino que fue hasta que llegué a lo inmanejable, hasta que sentía que las deudas me asfixiaban, cuando miraba pasar el tiempo y a pesar de contar con una fuente de ingresos fijos, no tenía ahorros, no podía aspirar a realizar estudios de especialización, en fin no podía realizar cosas de mayor envergadura, ¿Por qué? Porque estaba viviendo mi vida al día a día, sin pensar en lo que vendría más adelante.

Antes de graduarme de la universidad, entré a un programa de pasantías en una institución financiera recibiendo una remuneración de C$1,500.00 córdobas mensuales. En la primera quincena recibí C$750.00 córdobas y lo primero que hice fue ir al mercado Oriental a comprarme unos zapatos Converse que costaban C$700.00 córdobas, quedándome con C$50.00 para el resto de la quincena. Y ahora que lo pienso, esa acción sería la primera e imparable de muchas otras que seguirían después.

Terminé la pasantía y también el último año de la universidad. Para mi fortuna, egresando encontré trabajo, también como pasante por tres meses y luego ahí mismo, me quedé trabajando en un proyecto por un año y 9 meses aproximadamente, ganando $400.00 dólares mensuales. En mi primer pago me fui a comprar un celular de $200 dólares.

Fue durante ese tiempo que sentí que “comenzaba a vivir”. Mi salario era para mí solito, ¡todo!, absolutamente todo me lo “echaba encima”. Mi pensar cambió y ya no compraba en el mercado, sólo en centros comerciales o en tiendas que tenían línea de ropa juvenil con marcas específicas. De manera tal que mensualmente yo compraba de cuatro a cinco camisas de entre $28.00 y $56.00 dólares cada una, todos los meses.

Llegué a tener 10 pares de zapatos, cuyos precios andaban entre los $60.00 y $80.00 dólares. Incluso tuve 6 perfumes (ahora no sé para qué tantos) de entre $80.00 y $110.00 dólares el más caro. Un año, la tienda que más frecuentaba me premió en diciembre porque fui uno de sus mejores clientes.

Como podrán notar, el vestirme se convirtió en mi vicio y en hacerme sentir bien, no era de fiestas ni salidas con amigos, mucho menos de otros vicios “peores” como el licor o el cigarro y no sé cuáles más. No me quiero justificar tampoco, pero esto me hacía feliz. Yo me decía que al fin podía comprarme lo que no tenía antes. Pero en asuntos de dinero, ¡vicio es vicio!

Cuando entrás al mundo laboral, te volvés visible para los bancos y un día recibí una llamada ofreciéndome una tarjeta de crédito con un límite de $200.00 dólares. Ese límite con el tiempo subió hasta los $1800.00, pero claro, yo no sabía que ese dinero no era mío, que era prestado a un costo altísimo y yo estaba que no me paraba nadie.

No sólo me quedé con una tarjeta de crédito, llegué a tener cinco: la del supermercado, de la gasolinera, de la compañía de celulares y otras. Pero asústense, ni tenía carro, ni mi teléfono era de dicha compañía y la tarjeta del súper acabó siendo para todo uso, incluso para realizar retiros en efectivo. Súmenle a eso, un extra financiamiento que si me preguntan para qué lo tomé y en que lo gasté, les respondo que no me acuerdo.

Irónicamente, cada cambio de trabajo valía la pena porque mis ingresos eran mejores, siempre el salario y las prestaciones del nuevo trabajo superaban al anterior, lo que hacía que igual gastara más, pero yo no miraba ni entendía esa situación.

Cuando me decidí a comprar mi casa, mi nivel de endeudamiento era del 90%, por lo que el banco no me aprobaba el crédito hipotecario, y esto que les voy a contar no lo sabe el banco, pero yo con tal que me aprobaran la gestión, me fui a otro banco a solicitar una consolidación de todas las tarjetas y el extra financiamiento (y un préstamo de consumo ahora que lo recuerdo).

El desembolso estuvo listo en tres semanas, de manera tal que yo logré burlar al banco que me otorgaría el crédito hipotecario. Con lo que no contaba era que sin querer y sin pensarlo me estaba adjudicando dos deudas, la de la casa y la del préstamo de consolidación que en algún momento se me iban a salir de las manos.

Y cuando ya tuve mi casa y empezaba a formar mi hogar, me di cuenta que hay otras prioridades que sin una adecuada salud financiera es difícil poder lograr.

Hoy por hoy, mi problema no son esos gastos innecesarios, esos gustitos que me daba, eso quedó atrás. Mi problema ahora es que producto de mis malas actuaciones, el 50% de mis ingresos son para pago de deudas que, por fortuna, las he podido manejar cumpliendo con los abonos correspondientes cada mes y de las cuales ya voy saliendo gracias al método Bola de Nieve, sugerido por la Elaine. Este año logré saldar una, y a mitad del siguiente saldré de otra.

Este año, de mi aguinaldo logré guardar la mitad, ahí está en la cuenta, no me compré ropa ni zapatos, ¡tengo ropa! y no me preocupa el hecho de que en Navidad y fin de año no estrené. ¿Para qué? Si tengo en buen estado la que compraba en aquellos tiempos locos. La otra mitad del aguinaldo lo destiné a pagar unas cuentas (como siempre) y hacer unos pequeños arreglos en mi casa.

Cuando ya no deba, mi próxima compra será un carro y quiero documentar también como lo lograré para poderlo comprar. Ésa es una mis metas financieras fuertes después de mi casa, digo fuertes porque sería mi primer vehículo y pues un carro no vale C$10.00 pesos, ¿verdad?

Si todavía estás leyendo y pensás que soy fiera con mis finanzas personales, estás equivocado. Sí puedo decir que salí del pre- escolar, que me estoy iniciando en la primaria, pero deseo graduarme con honores. ¿Cómo? Logrando hacer mi fondo de emergencias de al menos 6 meses de subsistencia, pagando no sólo el seguro que te exige el banco cuando te otorga el crédito hipotecario, cumpliendo fielmente lo que plasmé en mi hoja de presupuesto, lograr tener un monto ahorrado considerable y luego “ponerlo a trabajar” para obtener un mayor rendimiento.

Definitivamente, puedo decir que suprimí hábitos que me estaban comiendo, hábitos que no me permitían tener una visión de mediano y largo plazo, hábitos que solo preocupación y desespero me traían.

Por el contrario, he adquirido y seguiré adquiriendo hábitos que fortalezcan mi cultura financiera, por ejemplo seguir espacios como éste y similares, donde se te instruya sobre un tema tan elemental como lo es el dinero.

También leer literatura referente a finanzas personales, he leído libros donde al finalizar su lectura quedo sorprendido y me digo a mi mismo: “¿Por qué no supe esto antes?” Y algo que en lo particular me ha funcionado muy bien, es el hecho de manejar un vocabulario financiero en tu vida diaria, palabras simples que conozcás su significado y que incidan de la manera más correcta posible cuando de afectar tu bolsillo se trate.

Yo, al quitar de mi vida diaria esos malos hábitos, gané tranquilidad, gané y sigo ganando conocimientos que durarán hasta mi final.

Atentamente,

Un lector.

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