De regreso en Nicaragua

Amanecer

Para cuando ustedes lean este post, yo voy a ir volando de regreso a mi amada Nicaragua. El tiempo se ha llegado: tiempo de culminar, de graduación, de decir adiós y dar por cerrado este ciclo. Pero con una puerta que se cierra, se abre otra, por lo que también es tiempo de comenzar, de tomar un nuevo camino y de cumplir sueños.

Dos años se van volando. Sí. Todo el mundo lo dice: el tiempo vuela. Pero como con todas las demás experiencias, uno no escarmienta en piel ajena. Así, solo te das cuenta de lo rápido que pasan los días, las semanas, los meses y los años hasta que vos lo vivís en carne propia.

Y no voy a sentarme aquí a escribir que todo fue maravilloso y de color rosa, porque sería mentira. Hubo momentos de desesperación, de tristeza, de falta y momentos en los que lo único que quería era tomar el siguiente vuelo de regreso a Nicaragua. Pero esos días fueron instantes comparados con el tiempo en el que me la pasé bien, disfruté y viví al máximo.

Vivir y estudiar en Taiwán por dos años es una experiencia que no cambio por nada. Pues no solo me formó académica y profesionalmente, sino que me hizo crecer, madurar, aprender de otra gente, de otras culturas y sobre todo, aprender más de mí. La mayor parte del tiempo vivimos tan ocupados pensando en los demás y en lo que nos rodea, que olvidamos ver hacia dentro y descubrir a la persona más maravillosa que podemos conocer: nosotros mismos. Y aunque yo he logrado dar un gran paso en este proceso, aún queda un largo camino por recorrer.

Estoy convencida que este blog no hubiera comenzado si yo no hubiera venido a Taiwán. Pues, aunque la idea ya existía desde hace más de 2 años, tiempo antes de siquiera haber aplicado a la beca, ahora sé que estando en Nicaragua no me hubiera animado. ¿Por qué? Por diversas razones: falta de tiempo –no es lo mismo ser estudiante que trabajador de tiempo completo-, por miedo al fracaso y al qué dirán de lo que escribo, y sobre todo porque al estar trabajando, de cierta manera entramos en una zona de confort, en la que te pagan todos los meses por un trabajo que ya sabés hacer, y animarte a arriesgarte, a dar el paso de hacer algo por tu cuenta es difícil.

Vivir en otro país y, sobre todo, estudiar en un programa tan internacional como este MBA, en el que la mitad de los estudiantes vienen de diferentes países, es una excelente oportunidad para empaparte de otras culturas y para conocer a gente extraordinaria, con historias sorprendentes, capacidades diferentes y puntos de vista enriquecedores. Uno de los principales objetivos por los que la gente estudia un MBA, es el networking (o guan xi, en chino) y yo no sé qué tanto me van a servir los “contactos” que hice aquí, pero para mí, la gente con la que estudié son mis compañeros –no conexiones-, las personas con las que compartí 2 años, salí, disfruté, me desahogué y llegué a querer: son mis amigos.

Este ciclo se cierra y uno nuevo está por abrirse. Y sí: da miedo. Quien les diga que pasar de una etapa a otra es pura emoción y alegría, les miente. Y lo sé porque 50 alumnos que se acaban de graduar del programa de MBA #1 en Taiwán, lo hicieron con temor. La vida de estudiante es de las mejores que pueden haber, como dice mi muy querido amigo israelí: “stay a single student for as long as you can” (permanecé un estudiante soltero la mayor cantidad de tiempo posible), pues una vez fuera, empieza la vida real otra vez.

Al igual que los otros, yo también tengo miedo. Tengo pavor. De empezar de cero, de volver a un país –aunque sea el mío- en el que no he estado por dos años, de volver a ver a la gente que amo y que tanto he extrañado, pues sé que yo he cambiado y que probablemente ellos también lo han hecho. Tengo miedo de lanzarme y caer en un vacío. Tengo miedo de fracasar.

Pero esto es la vida y su gran magia radica en las enormes posibilidades. De caer y volver a levantarte, de tomar riesgos, de fracasar y luego empezar. De poder decidir qué es lo que querés hacer hoy, y si lo que querés hacer mañana es diferente, ¡podés cambiar!

Hace años leí en algún lugar que uno se arrepiente más de las cosas que no hace, que de las cosas que hace. A pesar de que en el momento no le di mucha importancia, por alguna razón se me quedó grabado, y creo que es cierto. Por eso, llegó el momento de tomar riesgos, de hacer lo que amo y de empezar mi futuro. Desde la próxima semana empiezo oficialmente a dar asesorías en finanzas personales, así que: a sus órdenes ;). Si tienen la oportunidad de viajar, conocer o estudiar fuera: tómenla, no lo piensen dos veces.

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