Y de cuota en cuota, se me fue el salario

Una señal irrefutable de que se acerca el pago de la quincena es cuando empiezan a llegar a las oficinas las vendedoras ambulantes. Fechas como los 13-14-15 y 28-29-30 de cada mes se caracterizan por tener “visitas de ventas” en nuestros trabajos.

Vienen en diferentes modalidades:

Las hay quienes llegan puntuales en esas fechas por tradición: en algún momento empezó a vender a alguien que trabajaba ahí, poco a poco fue expandiendo su cartera de clientes, y ahora prácticamente forma parte de la planilla por su presencia constante en la oficina. Es “amiga” de varios de los empleados, quienes motivan a otros a comprar y la oferta de productos viene  acompañada de una buena plática y café.

Las que son parte de la oficina: nunca falta en la oficina alguien que, además de su trabajo de tiempo completo, busca ingresos extras vendiendo productos –que por lo general compró en el mercado- a sus otros compañeros de trabajo. Por lo general tienen una red de amigas que se encargan de pasar la voz sobre la “nueva mercadería”, y que cuando te probás algo, te dicen “te queda regio”.

¿Y qué tienen en común? Todas venden al crédito. Por lo general somos las mujeres las que caemos en esta espiral de comprar-pagar-comprar cada quincena; y por esta razón lo que ofrecen es para un mercado más que todo femenino: ropa, pantalones, blusas, vestidos, ropa interior, trajes de baño, zapatos, carteras, perfumes y cremas, maquillaje, joyería, etc.

Lo que nos engancha es que son pagos chiquitos, que no se sienten –o por lo menos eso nos dicen. Vemos una camisa que cuesta $20 dólares y pensamos “la pago en  2 quincenas, son sólo $10 dólares cada quincena… ni lo voy a sentir”. Pero ¿qué pasa cuando compramos 2 camisas + 1 cartera + 1 par de aretes? Ya no son $10 dólares los que voy a pagar cada 15 días. He visto a muchas personas endeudarse cíclicamente en esta trama: lo que pagan esta quincena, lo vuelven a comprar y a veces hasta aumentado. Cuando se dan cuenta, el 80% de su quincena va para pagar compras que se hicieron sin pensar.

Antes de decirle “sí, me lo llevo” a esa vendedora, analizá si realmente lo necesitás. La mayoría de las veces nos terminamos arrepintiendo de estas compras impulsivas –porque además todo pasa rapidísimo- y las prendas terminan recluidas en el closet. Si decidiste que realmente necesitás ese perfume y no hay manera en el mundo que podás vivir sin él, preguntante: ¿lo puedo pagar? ¿cuánto debo ya? ¿cuántas quincenas voy a tener que estar abonando a esta deuda? ¿qué otras cosas dejo de hacer o comprar por pagar esto?

La próxima vez que tu compañera de al lado te diga: “amiga, vamos a ver lo que están vendiendo”, decí “no, gracias” y pasá de largo. No hay ninguna ley que nos obligue a comprar algo –lo que sea- sólo porque está en venta, ni porque los demás están comprando. Y para las que les tocan el corazón y piensan “pobrecita, es para ayudarle” recuerden que quien les vende no se toca el corazón en el momento que vos no tenés para pagar.

¿Y vos? ¿Cuántas veces has caído en  el juego de comprar-pagar-comprar- a personas que llegan a vender a tu oficina? ¿Cuántas quincenas has terminado pagando? ¿Cuántas veces te has arrepentido de esa compra?

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