Cómo «salir adelante» siendo joven en Nicaragua

Muchos jóvenes nicaragüenses enfrentan un escenario socioeconómico adverso en estos días. Es común escuchar en conversaciones casuales que es “difícil salir adelante”, que “la situación está dura” y que “hay que rebuscársela”. Hasta hace unos años,  este tipo de comentarios era infrecuente en círculos de la creciente –y débil– clase media nicaragüense de la década del 2010. Se escuchaban historias de algunos que, para bien, se las ingeniaban y encontraban oportunidades laborales que permitían mejorar sus condiciones de vida.  Sin embargo, mucho ha pasado desde aquellos años de optimismo. El país hoy es otro.  

Es muy cierto que muchos de estos cambios son resultado de circunstancias sociales, económicas y políticas del país que no dependen de nosotros, sino que simplemente podemos considerar como dadas. Sin embargo, también es muy cierto que cada uno de nosotros tenemos la capacidad y agencia para responder a estas condiciones, cambiarlas y encontrar formas de aprovecharlas; es decir, “sacarles el jugo”. Este dilema sobre qué pesa más, si el contexto general o si las acciones de un individuo, han sido profundos debates en las ciencias sociales. Hoy, la tendencia es reconocer que cualquier aproximación y recomendación debe tener equilibrio en ambas perspectivas. Pero, ¿por qué hacer esta aclaración casi teórica? Porque sus implicaciones son poderosas para entender el rango de acción que muchos nicaragüenses tenemos a pesar de que “está difícil salir adelante”. Con esta perspectiva reconocemos que lo está, pero también asumimos que tenemos responsabilidad y capacidad para decidir qué hacer frente a estas condiciones dadas. 

Dicho esto, podemos preguntarnos qué están haciendo muchos nicaragüenses dentro del país, particularmente jóvenes, para “salir adelante” a pesar de que “la situación está dura”, algo que en Sociología conocemos técnicamente como movilidad social. 

Historias de “salir adelante”: lecciones de ayer para pensar el contexto hoy

En 2015-2016 tuve la oportunidad de explorar cómo jóvenes de Managua estaban alcanzando esta movilidad social [ver aquí]. Provenientes de familias con recursos limitados, sus historias develaban un cambio real de sus condiciones. Se auto percibían como clase media, tenían salarios bastante encima de los promedios nominales del país, y se permitían tener “algunos gustos” junto al cumplimiento de responsabilidades financieras. Los testimonios recogidos estuvieron plagados de comparaciones a las condiciones en las que crecieron y en la que sus padres vivieron, y señalaban placenteramente que sí, ellos “habían salido adelante”. Las historias sobre sus trabajos demostraban altibajos, comienzos difíciles en zonas francas, call centers, agencias de publicidad, o bodegas, momentos de muchas oportunidades y otros muchos de reveses. En general, sus casos eran ejemplos tangibles de que había movilidad social en Nicaragua. 

Gracias a distintas y reiteradas entrevistas a profundidad con estos jóvenes, reconocimos varias estrategias llamativas que hoy vale la pena considerar. Enfatizaron, sobre todo, la importancia de:

● La educación universitaria y técnica como herramienta que certifica las capacidades y permite abrirse campo en el mundo laboral.

● Reconocieron también la importancia actitudes humanas y profesionales que enviaron señales de apertura, disciplina a sus empleadores y pusieron en marcha astutas acciones que facilitaban el crecimiento profesional en sus primeros trabajos.

●Identificaron elementos en el contexto nacional aquellos años que debían ser aprovechados pues eran favorables para sus carreras, como el incremento de la inversión extranjera.

●Sobre todo, señalaron algo que quizás fue uno de los hallazgos más interesantes de esa investigación: era fundamental desarrollar relaciones, vínculos y contactos, algo que los cientistas sociales llaman capital social, para facilitar esas oportunidades. 

Estas cuatro estrategias siguen siendo válidas hoy a pesar de que el contexto es otro y está siendo difícil “salir adelante”. Nuevos estudios serán necesarios para develar su actual relevancia, cómo se han transformado y qué nuevos mecanismos se están poniendo en marcha –¿como la migración?

De las cuatro estrategias encontradas en aquella investigación, el rol que sigue teniendo el capital social para que jóvenes nicaragüenses puedan salir adelante, a pesar de que algunos consideren difíciles las posibilidades de salir adelante, merece mucha atención hoy. El capital social puede entenderse como todas las conexiones entre individuos, las normas de reciprocidad, influencias,  beneficios y confianzas que de ellas surgen. Como sugiere el término, al igual que con otras formas de capital –financiero, por ejemplo–, podemos recibirle, invertir en él, hacerlo crecer o disminuir, o incluso despilfarrar. Es decir, hay riqueza y potencial, no solamente monetario, en la capacidad de juntarse con otros y establecer redes de apoyo junto a ellos.

[Véase Putnam, Robert D. 1995. “Bowling Alone: America’s Declining Social Capital.” Journal of Democracy.]

¿Cómo se pone en marcha el capital social para facilitar el “salir adelante”?

En la investigación de aquel año se encontraron tres mecanismos que pusieron en marcha el capital social de aquellos jóvenes y que parecen ser hoy vigentes, a pesar de las múltiples diferencias en el contexto. Es posible, entonces, extraer de aquel estudio algunas lecciones prácticas de cómo reconocer, cuidar y desarrollar nuestro capital social como una herramienta más para “salir adelante” en la coyuntura nicaragüense de 2022. 

1. Es clave tener referentes y personas cercanas que influyan en nuestros estándares y metas. Los jóvenes entrevistados identificaron tempranamente consejeros, además de estilos de vida y condiciones materiales que deseaban alcanzar  y que eran viables para ellos. Lejos de convertirse en una comparación infecunda y viciada con aquellos en mejores condiciones, hicieron de estos referentes un norte y aliciente en sus procesos educativos y profesionales. Por ende, es importante cuidar nuestras referencias e influencias para tener modelos que podamos considerar y referentes a los cuales consultar. Rodearse de personas que inviten a crecer profesionalmente, ser creativos e innovadores, y a optar por mejores condiciones de vida es clave para desarrollar un capital social producente. No se trata, valga la aclaración, de establecer simples comparaciones que podrían ser nocivas e insanas, sino de observar nuestro entorno cercano y a quienes conforman nuestra fuente de capital social para identificar qué podemos aprender de ellos y qué queremos lograr.   

2. Es importante cultivar relaciones de amistad, familiares  y de conocidos que podrían contribuir, en determinadas circunstancias, a la inserción laboral y la innovación a través de recomendaciones directas, referencias a vacantes, entre otras. Además, ante situaciones adversas inesperadas y emergencias, representarían un importante “seguro de protección” con el cual contar financiera, logística y humanamente. No se trata de una visión utilitarista de las relaciones de afecto, sino reconocer que dicho capital social es también útil y por ende debe protegerse e invertirse, más allá de su potencial traducción en valores monetarios. 

3. Existen formas materiales de invertir en el capital social que contribuirían, potencialmente, a encontrar oportunidades laborales y “salir adelante”. Por ejemplo, participar en eventos, hacer presencia en determinados sitios,  hacer networking, proyectar una imagen profesional y personal que exponga a nuevas oportunidades y espacios. Es decir, algo así como un LinkedIn en la vida real. Lejos de caer en superficialidades, estas formas de inversión de capital social contribuyen a la creación de redes reales  que en el ámbito laboral tendrán retorno. 

La puesta en marcha de estas y otras posibles estrategias requiere de una voluntad clara en invertir en ello. Es muy necesario que se reconozca en el cuido del capital social una forma más en que también “podemos salir adelante”, junto a otros mecanismos más que abordaremos en otros espacios: educación, actitudes, entorno socioeconómico, por ejemplo. Si bien es cierto es difícil monetizar el valor del capital social, es un hecho que sus implicaciones van más allá de las relaciones humanas. Por ende, es necesario que encontremos formas de sacarle provecho, al mismo tiempo que evitamos instrumentalizar esta delicada dimensión afectiva y social que nos caracteriza como seres sociales. 

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